A veces pienso que vamos demasiado rápido. Por lo menos yo. Que
estamos deseando que sea viernes, y no nos damos cuenta que la vida pasa semana
a semana, y que hay que disfrutar de cada día, aunque sea lunes. Y aunque nos
hayan pasado cosas absurdas, contrariedades de cualquier índole, malas
noticias, reuniones interminables, días duros de trabajo…Cinco días frente a
dos. Dieta estricta y llega el viernes y es el despiporre. Pues ni tanto ni tan
calvo.
A veces pienso que vamos demasiado rápido, pero en el momento yo
también estoy metida en la vorágine del
día a día y tampoco me doy cuenta. Cuando me pinto las uñas de la mano
izquierda en las pausas del semáforo, y luego resulta que me paso toda la
semana con una mano pintada y la otra no….
Y cuando Jose me llevó al trabajo
y todavía no estaba arreglada, todavía me río de verme a mí misma con las
zapatillas de estar en casa puestas, con los zapatos en una mano, con el típico
moño de estar en casa…. En el trayecto me pinté, me peiné y me puse los zapatos.
Eso sí, iba de copilota…, y respiré hondo…y cuando mi marido volvió la mirada
me dijo: “¡Si pareces otra! ¡Sólo faltaba que te hubieras metido en pijama!”,
jeje.
Y es que cuando una quiere dejar
la cocina arreglada, la comida en tuppers para llevar a la oficina, el desayuno
hecho y recogido, la casa a punto… es lo que pasa…que no te quedan ni cinco
preciados minutos para arreglarte.
La verdad es que estas cosas no
las suelo comentar por ahí, pues no es
para ir pregonando que en el coche llevo unas pinzas depilatorias, y aprovecho
la luz del día y los semáforos, para mantener mis cejas a raya… (Ahora que
nadie me escucha…).
No me hagan mucho caso, pues este
modo de vida no es el adecuado, ni el soñado….Pues el día debe también tener
momentos para el descanso. Yo también los tengo ¿eh?. Necesitamos un poco de
calma y de tiempo para respirar. Pero cuando una es madre, mujer, trabajadora, y
ama de casa al mismo tiempo se hacen bastantes locuras… ¿O no? ¿No se les ha
quedado alguna vez la bolsa de basura en
el maletero porque no les daba tiempo de pararse en el contenedor de la vuelta
de la esquina? Todavía me estoy riendo cuando mi cuñado la dejó olvidada
durante un par de días en su maletero, y cada vez que se montaba su tía le
decía “¡Qué olol!”, pues es una señora de pueblo con acento un tanto
característico…
Sólo quería escribir unas
palabras para reír, y reír juntos. Y para reflexionar que las prisas no merecen
la pena, ni son buenas. Y para reírnos de
las, a veces, tonterías y, muchas veces, esfuerzos (casi heroicos) que hacemos para conciliar familia
y trabajo.
Para todas las mujeres que se dejan la piel en el trabajo, las uñas en
casa, y el alma y la vida por los suyos.
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