viernes, 30 de enero de 2015

El armario de Marta

Había que solucionarlo. El vestidor de mi amiga Marta era todo menos un vestidor. Algunas prendas pequeñas rebosaban y se asomaban por los estantes. Complementos sin concierto ni orden. Montañas de ropa sin control, un calcetín por aquí, una corbata por allá. “¡Dios mío!", -le dije- "¿eso que está en esa esquina engurruñado, no será tu vestido de novia, no?"  “Esto hay que solucionarlo”, le dije. “Te tienes que poner manos a la obra”. Lo que le pasaba a  mi amiga Marta, era que no sabía por dónde empezar. Y no me extraña. La verdad es que me encanta la decoración y empezar nuevos proyectos, pero ese se me venía un poco cuesta arriba. 

Para conseguir buenos resultados, necesitaba la ayuda de Marta, mucha imaginación y mucha disciplina.

Le dije que yo iba a ser su personal asistant, su decoradora y su guía para pasar a tener un vestidor “¡uff!”, a un vestidor “¡guau!”. Para llegar a ese término teníamos que trabajar muy duro. Ella ya se pasó varios días haciendo “limpia”. Y es que para ordenar un armario hay que seguir las siguientes premisas:




Paso 1: Tira lo que esté viejo, dona lo que no uses. Puedes guardar prensas que pienses que te valdrán en un futuro, pero si llevan más de cinco temporadas en el armario, ha llegado una segunda vida para ellas y un respiro para ti y para tu armario.

Paso 2: Compra con cabeza. Hazte esta pregunta: ¿Utilizas todo lo que tienes?  Si es así, perfecto.  Si tienes más de diez prendas con la etiqueta puesta, quizá tengas un problema. Atestar ropa y acumular sólo te puede traer quebraderos de cabeza, pues llega un momento que, si no eres una persona muy organizada, el armario te llegue a comer literalmente.



Pasados estos puntos mi amiga se pasó dos días haciendo limpia y clasificando lo que servía de lo que no. Tiró cosas, hizo bolsas para donar, guardó ropa de otras temporadas y sacamos fuera lo que no debería estar en un vestidor: mantas, colchas, ropa de mesa camilla. “A eso le tenemos que dar otro espacio”, le dije. 


Paso 3: ordena las prendas por categorías o colores. Desde el blanco, hasta el negro, pasando por la gama de los tostados, grises, azules, estampados…De esta manera nos daremos cuenta de la gama cromática de la que tenemos predilección, aunque no seamos del todo conscientes.

En este punto es muy importante que las perchas guarden una unidad: que sean iguales. No es buena idea reutilizar perchas de las prendas que nos compramos en las tiendas, pues algunas no tienen la consistencia para mantener las prendas impecables. Yo recomiendo ponerlas todas de madera: o blancas o color pino, dependiendo de nuestro armario. Y siempre en la misma dirección.


¿Quieres un truco?: Si te da pena tirar las perchas desiguales de plástico puedes utilizarlas para tender las camisas. Si tienes cuidado en el lavado, que no sea muy fuerte, un centrifugado suave, su buena dosis de suavizante y, colgadas de una percha, puede hacer que te evites planchar algunas de ellas. Ya verás, pruébalo.

Paso 4: Ayúdate de organizadores, cestos y objetos que te ayuden a clasificar los complementos. Marta los necesitaba a gritos, así que no dudamos en comprar cajas, cestos grandes, pequeños, cajas redondas…etc. Las cajas las utilizamos para ordenar sus zapatos, y un pequeño zapatero nos ayudó a completar los que nos faltaba.




Si no tenemos ordenados los pequeños detalles, después nos será muy difícil encontrar lo que buscamos, y más si tenemos prisa. Mi amiga Lola Ma prepara sus conjuntos del día a día en perchas. Lo tiene todo totalmente pensado. Cuelga en ellos hasta los calcetines de ese conjunto. Pero los demás mortales no tenemos la capacidad de mi amiga Lola Ma, para llegar a ese modelo de perfección a la hora de ordenar nuestro armario.

Paso 5: Busca un sitio para cada cosa y procura guardar ese orden a diario. Es mejor “perder”  5 ó 10 minutos al día en dejar las cosas en su sitio, que tener que dedicar una mañana entera a reordenar nuestro armario.



Y esto os lo cuento yo, que de adolescente tenía un pequeño armario de una puerta, en el que guardaba mi ropa haciendo montones. Cada vez que decidía qué me iba a poner, cogía el montón y lo tiraba al suelo. Mi padre cada vez que me veía se llevaba las manos a la cabeza, pues no podía entender aquél desastre. Y no me extraña. Cuando ya había seleccionado lo que me iba a poner,  volvía a coger el montón, y haciendo presión, lo metía en mi hueco asignado en el armario, que compartía con mis dos hermanos. Y cerraba con llave para que no se viniera abajo la puerta. ¡Qué horror! Y yo me quedaba tan pancha. Menos mal que una ha prosperado y a base de ejercitar virtudes, encuentro lo que busco. ¡Hay esperanza para el cambio! 


Un saludo corazones, 



Diana Per 

No hay comentarios:

Publicar un comentario