Ya sabemos que una madre es una madre, pero la mía es la mía. Y si tuviera que elegir una cuando nací, la volvería a querer a ella, una y mil veces más.
Por su paciencia infinita,
Solamente colmada cuando me enganchaba los coches de mi hermano Alberto en la cabeza, con el objetivo de rizarme el pelo, o cuando me llevaba las estrellitas de pasta para hacerme collares y las tostaba y teñía con técnicas caseras... Solo en esos momentos, su paciencia se terminaba. O cuando con seis años decidí rotundamente que tenía que convertir el flamante y nuevo bañador en un bikini. Y tijeretazo al canto. Todavía recuerdo su cara de asombro y perplejidad ante semejante destrozo.
Por su constancia,
Nadie como ella hace esas labores de ganchillo tan perfectas y bien acabadas. Recuerdo las chaquetas de punto que nos hacía a mis hermanos y a mí, a juego, y los calcetines de hilo, los borlones de lana que yo siempre mordía y los quitaba...¡qué paciencia! ¡Y ella los volvía a hacer!, y cuando me ponía la rebeca a juego con el vestido, que yo le decía indignada que para qué me tenía que poner el abrigo, que así no se iba a ver el conjunto...
Por su alegría,
Porque siempre ha sido quien ha dado vida y calor de hogar. Sin ella, la casa, el espacio se siente vacío. Haciendo siempre de menos, mucho más. Recuerdo aquellos cafés poco cargados que tomábamos después de comer, con cacahuetes. Ese aroma a café recién hecho nunca se olvida. Y cuando hacías de repente un bizcocho y chocolate y llamábamos a Mª Cruz, nos alegrabas la tarde. O cuando los granos de maíz chisporroteaban de la olla. Y decíamos entusiasmados: ¡Mamá está haciendo palomitas!
Porque es 'apañá'
Tapicera, pintora, cocinera, consultora, consejera, modista, tejedora, economista, administradora, cuidadora, etc… Esa es mi madre. Multitarea, multiplica los recursos, ya sean escasos o abundantes. Y esas comidas tan ricas. Nadie hace como ella las croquetas, la paella, las espinacas con bechamel, los historiados macarrones al horno, con su queso rallado a mano. Hasta un simple cocido que sale de sus manos, te sabe a gloria y te recompone. Y cuando te ayudábamos a amasar las rosquillas, qué enfadada me podía yo viendo que Alberto estaba ennegreciendo su masa con las manos un pelín sucias...¡Mamá su pan no lo vamos a cocer!, te decía yo con aires de mandona.
Porque siempre ha sido quien ha dado vida y calor de hogar. Sin ella, la casa, el espacio se siente vacío. Haciendo siempre de menos, mucho más. Recuerdo aquellos cafés poco cargados que tomábamos después de comer, con cacahuetes. Ese aroma a café recién hecho nunca se olvida. Y cuando hacías de repente un bizcocho y chocolate y llamábamos a Mª Cruz, nos alegrabas la tarde. O cuando los granos de maíz chisporroteaban de la olla. Y decíamos entusiasmados: ¡Mamá está haciendo palomitas!
Porque es 'apañá'
Tapicera, pintora, cocinera, consultora, consejera, modista, tejedora, economista, administradora, cuidadora, etc… Esa es mi madre. Multitarea, multiplica los recursos, ya sean escasos o abundantes. Y esas comidas tan ricas. Nadie hace como ella las croquetas, la paella, las espinacas con bechamel, los historiados macarrones al horno, con su queso rallado a mano. Hasta un simple cocido que sale de sus manos, te sabe a gloria y te recompone. Y cuando te ayudábamos a amasar las rosquillas, qué enfadada me podía yo viendo que Alberto estaba ennegreciendo su masa con las manos un pelín sucias...¡Mamá su pan no lo vamos a cocer!, te decía yo con aires de mandona.
Por su entrega total a su familia
Porque nunca te has quejado de nada, siempre dispuesta a servir a los demás, porque en tu esencia está ese siempre agradar a los que tienes contigo. Porque todos queremos estar a tu lado. Hasta Noa, ya de cachorro, se ponía nerviosa cuando te veía.
Porque nunca te has quejado de nada, siempre dispuesta a servir a los demás, porque en tu esencia está ese siempre agradar a los que tienes contigo. Porque todos queremos estar a tu lado. Hasta Noa, ya de cachorro, se ponía nerviosa cuando te veía.
Y por todas estas cosas y muchas más, bien poco es escribirte estas líneas y regalarte el Ramo Dayanne, para que siempre recuerdes mis pequeñas travesuras de niña con tijeras, pegamento, celo y pintura de uñas. Ahí todavía no había descubierto la pistola de silicona, por suerte para ti.
Sólo un pequeño defecto: No venir a vernos más a menudo. Siento ser pesada, pero ya sabes que soy así, mamá.
Gracias porque sin ti no sería quien soy.
Te quiero,
Tu hija Diana
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